Una ola cultural inesperada transforma símbolos monásticos en lenguajes contemporáneos: música, cine, arte digital y memoria histórica se entrelazan para explicar por qué lo sagrado vuelve a tocar a una generación que buscaba otras respuestas.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – De pronto, un hábito blanco en un videoclip, un canto gregoriano reinterpretado en clave electrónica, un podcast que desempolva la vida de monjas del siglo XVII, una película indie que muestra un convento como refugio emocional y no como prisión. Algo se mueve en la cultura española. Algo antiguo, pero sorprendentemente vivo.
Los medios internacionales lo llaman “nunmania”, un término que, lejos de la caricatura, describe una tendencia cultural seria y expansiva: el retorno de lo conventual a la conversación contemporánea. Esto no habla solo de religión; habla de identidad, de estética, de memoria, de preguntas que vuelven porque nunca se respondieron del todo.
España, con un legado monástico rico y contradictorio, encabeza este fenómeno sin proponérselo. Y la generación joven —esa a la que a menudo se la acusa de descreída o distraída— se acerca a él con una curiosidad madura, casi antropológica, pero también profundamente emocional.

El origen del fenómeno: ¿moda, nostalgia o necesidad cultural?
Lo conventual ha vuelto, sí, pero no como lo imaginan quienes crecieron viendo monjas caricaturizadas en la televisión. Ha regresado «como un lenguaje simbólico» que conecta con una sociedad exhausta de velocidad, saturación y estímulos.
La estética que abraza el vacío
Después de un ciclo de exceso visual —neón, digital, hiperconsumismo— aparece un deseo colectivo de sobriedad.
Paredes blancas, silencio, eco, canto. Lo monástico ofrece un refugio estético.
Los últimos años han visto:
videoclips con iluminación inspirada en retablos,
portadas musicales minimalistas inspiradas en códices,
desfiles de moda que reinterpretan hábitos,
un auge de residencias artísticas en antiguos conventos.
La espiritualidad desinstitucionalizada
Sin abrazar necesariamente la religión, una parte de la juventud busca espiritualidad funcional: silencio, disciplina, vida interior.
Los monasterios, simbólicamente, ofrecen ese espacio.
La curiosidad histórica
Los podcasts que narran la vida de monjas escritoras —místicas, científicas, rebeldes— han revelado figuras femeninas complejas, muchas veces olvidadas. Este redescubrimiento cultural reabre la conversación sobre el papel intelectual y social de las mujeres en épocas históricas silenciadas.
Pop, cine y redes: el convento como escenario contemporáneo.
La llamada «nunmania» no sería tendencia si no viajara a través de los lenguajes del presente.
Música: cuando la voz interior se vuelve pista de audio
Artistas como Rosalía han incorporado elementos de canto litúrgico y estética minimalista. Sus videoclips han generado un torrente de análisis sobre la espiritualidad como estética y sobre cómo la cultura pop reinterpreta símbolos que antes parecían intocables.
Pero la música alternativa también ha encontrado terreno fértil: jóvenes productoras mezclan drownbass con canto polifónico; coros amateurs graban versiones modernas de piezas medievales en TikTok.
Cine: claustros como espejos del alma
Las plataformas han financiado películas y series grabadas en monasterios reales. Pero ya no cuentan historias de represión moral sino relatos de: maternidad elegida, duelos que piden silencio, jóvenes que buscan desconexión radical, comunidades de mujeres como sostén afectivo.
Podcasts: la memoria conventual como archivo femenino
Programas de historia cultural dedicados a monjas escritoras, científicas, visionarias o rebeldes abren una ventana a un mundo desconocido para muchos españoles. En estos formatos, las voces del pasado se convierten en herramientas para entender el presente.
La voz de quienes observan el fenómeno desde dentro.

Entrevista con Laura Santolaria, historiadora de la espiritualidad femenina
HoyLunes: ¿Por qué cree que lo conventual vuelve a interesar?
Santolaria: Porque no es un retorno religioso, sino un retorno simbólico. El convento representa un espacio —real o imaginado— donde se puede parar el tiempo. En una sociedad agotada, esa idea es casi revolucionaria.
HoyLunes: ¿Qué aportan estas figuras históricas a la cultura de hoy?
Santolaria: Las monjas fueron escritoras, gestoras, científicas, filósofas. Recuperarlas es recuperar parte de la memoria cultural femenina que se ocultó durante siglos. La *nunmania* es, en parte, un acto de justicia histórica.

Entrevista con Inés, 23 años, creadora digital
HoyLunes: ¿Por qué usas estética monástica en tus vídeos?
Inés: Porque transmite paz. No necesito explicar nada: la gente ve un claustro, escucha un canto y entiende que es un espacio de recogimiento. Me ayuda a hablar de salud mental sin caer en clichés.
HoyLunes: ¿Lo ves como una tendencia pasajera?
Inés: No. Mientras el mundo siga tan ruidoso, la gente buscará lugares, físicos o imaginados, donde respirar.
La tensión entre tradición y modernidad
La «nunmania» abre debates interesantes como:
¿Apropiación cultural o reinterpretación legítima?
Aunque algunos sectores temen banalización, otros celebran que la cultura monástica —un universo riquísimo— se conozca fuera de los círculos religiosos.
¿Reivindicación femenina o nostalgia romántica?
Las nuevas narrativas rescatan el papel intelectual de las monjas, pero también se corre el riesgo de idealizar espacios que, históricamente, también tuvieron sombras.
¿Moda o síntoma social?
Incluso si la estética desapareciera, el interés actual revela una necesidad profunda: el deseo colectivo de silencio, lentitud y sentido.
Quizá esta «nunmania» no hable verdaderamente de monjas, sino de nosotros.
De un país que, con toda su modernidad y su ruido, siente nostalgia de un silencio que nunca tuvo del todo. De una generación que necesita símbolos nuevos y antiguos para nombrar sus heridas. De una cultura que descubre que, a veces, lo más revolucionario es detenerse.
Las imágenes conventuales vuelven porque contienen algo que habíamos olvidado: «la posibilidad de habitar el mundo con calma, con profundidad y con propósito».
En ese sentido, lo monástico deja de ser pasado para convertirse en brújula. No es un retorno a lo antiguo, sino una invitación a mirar hacia adelante con serenidad.
Quizá ahí resida el verdadero renacimiento: en la forma en que España transforma su memoria en futuro.
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